Where is my mind?

Tuesday, March 22, 2005

Africa en Vallarta

Fue cumpleaños del Rica.

Yo fui de los primeros en llegar y me tocó desde ayudar a preparar la comida. Sobre la barra se repartían los ingredientes, todos picados. Jitomates, chiles, cebollas, pepinos, limones, pescado y camarones que habrían luego de mezclarse en uno de los mejores ceviches que he probado.
Como en la invitación me lo había recomendado, llegué con el mejor regalo, un carton de cervezas heladas. Nada mejor para uno de los dias mas soleados que me ha tocado pasar en Puerto Vallarta.
Terminamos de cocinar y solo faltaba que el ceviche reposara para que quedara a punto y se impregnara bien de toda la mezcla de sabores. El sol de las 2 de la tarde se quedaba afuera de la casa mientras adentro el ventilador refrescaba el ambiente junto con las primeras rondas de cerveza que refrescaban los espíritus.
Si algo he tenido la suerte de experimentar en Vallarta es conocer en muy poco tiempo a tanta gente. Cada uno de los invitados al llegar se presentaba y platicaba como si todos fuéramos ya conocidos. Aquellos que ya había visto un par de veces me saludaban como a un amigo de toda la vida. Será el clima playero? será que todos estamos solos y lejos de nuestros hogares y buscamos a nuestros similares, a alguien que entienda tambien la situación en que estamos, la independencia con sus ventajas y sinsabores? No tengo la respuesta pero ahi se sentía un ambiente de familia, de compañerismo, de solidaridad. Pero sobre todo de alegría, tal vez el único vínculo real entre todos fuera el Rica, nuestro amigo, pero al parecer toda la tarde hubo algo que a todos nos mantuvo en un mismo vínculo.
Tardé un poco en descubrirlo pero poco a poco me fue quedando claro, era la música. Al principio, cuando llegué, resonaba estridente la música de banda. Al ritmo de tamboras y trompetas e historias de grandes desamores, de venganzas y de orgullos heridos se fue forjando el ambiente de la tarde.

Por fin llegó la hora de la comida. Los estómagos hambrientos quedaron saciados hasta el límite, los paladares satisfechos no paraban en elogios. De verdad que el ceviche fue un manjar.

La plática siguió, las aventuras y anécdotas, el hielo derretido desde hacía ya mucho. El ambiente ahora lo llevaba la música en ritmos de Salsa. Las rodillas iban calentando, todo el cuerpo no podía estar quieto, era imposible permanecer inmóvil despues de escuchar los ritmos caribeños.

Las primeras parejas se apoderaron del comedor ahora convertido en pista de baile. Fue el momento que los bailarines, los verdaderos profesionales, estaban esperando. Dieron toda una cátedra de sensualidad en su baile. Todo el calor del sol transmitido a la sangre por medio de la música. Las caderas se quebraban, los cuerpos sudaban, las miradas fijas en la pareja. Bailando como indudablemente Dios manda. A cada giro más contacto, a cada paso seduciendo un poco más a la persona que tenían enfrente y al resto de los que los observábamos, aquel par de cuerpos perfectos en sincronía, mediante los cuales todos los demás participabamos en su danza. Cuando termiaron, entre los aplausos (y las envidias claro, por no bailar igual) de los demás, ya no hubo quien quisiera seguir bailando, la exhibición fue tremenda y nadie de los presentes la hubiera podido superar.

La música siguió llenando las paredes blancas con rojo de la casa. Las máscaras colgadas de las paredes observaban inmóviles mientras las figuras danzantes pintadas en los sillones parecían en realidad moverse. Ahora, la música fue en una lenta transición de la salsa a las percusiones, pasando por ritmos de reggae y ska. Fue cuando llegó el culmen de la tarde. La hora en que los músicos, lidereados por el festejado, demostraran de lo que son capaces. Antes de que empezaran a tocar, todos estabámos dispersos, no pasaron ni 30 segundos cuando todos estábamos a su alrededor, pendientes de cada uno de los sonidos que con manos expertas extraían a sus tambores. La cadencia fue entonces lo que dominó la fiesta. 9 tambores tocando al mismo tiempo, cada uno a ritmo diferente pero creando un conjunto tal que era imposible definir el sonido de cada uno. Djembes, congas y djun-djuns dominaron los cuerpos y mentes de los presentes. A esa hora los vapores del alcohol habian hecho tambien ya lo propio. El atardecer vallartense se confundio con el africano. Con cada nota, con cada canto, con cada movimiento de las manos, con cada sonido, con cada gesto y gota de sudor todos los presentes participamos en la creación de la atmósfera, ya fuera tocando instrumentos, con las palmas de las manos, o simplemente siguiendo el ritmo con el cuerpo. No es dificil entender cómo hay quienes entran en trance al escuchar los tambores. Todos ahi, en mayor o menor grado, lo hicimos al disfrutar del arte y del talento de tan impresionantes músicos.

Asi transcurrieron las horas. Entre diferentes rondas de música, de inagotable cerveza, de historias compartidas o por compartir. Pocas fiestas tan agradables. Felicidades y gracias de nuevo al buen Rica.

Saturday, March 05, 2005

La casa en la playa


Otra vez en la casa de la playa. Hacía calor y eso le gustaba mucho. Así lo dejaban estar sólo con su pañal y nada más. Adiós a las cobijas, los abrigos y sobre todo a los gorros. Cómo odiaba a los gorros, pero aquí no hacía falta nada de eso.

El calor hacía que el piso estuviera tibio así que también por eso le gustaba venir a la playa. Ya hace un par de meses que había aprendido a caminar pero aquí disfrutaba mucho el volver a darse permiso de gatear. Adoraba el piso terso y cálido bajo sus manos. Claro, al salir a la playa todo era diferente, y en la arena no le gustaba gatear. Sólo le gustaba estar sentado, agarrar un poco de arena con ámbas manos y apretarla, para luego aplaudir hasta que no quedaba ningún granito entre sus dedos. Se preguntaba por qué los aplausos con arena no suenan.

La tarde empezaba. Papá y mamá acababan de comer y ahora dormían la siesta. Pocas veces lo dejaban solo, pero en el mar siempre se relajaban un poco más y al parecer la comida había sido abundante, por lo que, sin darse cuenta ni tener tiempo de decidir quien cuidaría de él, cayeron en un profundo sueño, arrullados por el lejano sonido de las olas.

El ya había dormido hoy toda la mañana. Despertó de buen humor así que decidió darle gusto a papá y mamá diciendo una palabra. Siempre que lo decía algo le hacían una gran fiesta de besos y abrazos. En realidad sabía ya muchas palabras pero para qué utilizarlas todas de una sóla vez? Prefería guardarlas para las ocasiones en que quisiera ser consentido de manera especial.

Tenía toda la casa para explorar. Sólo era una recámara y cocina, pero para él era enorme. Hacía tanto de la última vez que habían venido que no recordaba muy bien los detalles y habría que redescubrirlos. En realidad habían venido hace un par de meses, pero a su corta edad 2 meses eran toda una vida.

Lo primero fue ir a los cuadros de luz que entraban por las ventanas. Aun no comprendía el juego de luces y sombras ni por qué podían tomar tan variadas formas. Sentado junto a la luz que entraba jugó un momento a golpear el piso con su mano y ver cómo adentro de ese extraño cuadro su mano se iluminaba; con la palmada siguiente, fuera del cuadro, se veía obscura.

Siguió buscando y encontró una fila de bichitos, que pegados a la pared transportaban su variada carga de hojitas, ramas y migajas. Le gustaban mucho esos bichitos, le llamaba la atención cómo siempre se movían. En general le fascinaban casi todos esos pequeños seres con varias patitas, siempre inquietos. Lo que nadie sabía es que alguna vez hasta se había comido uno, pero más grande y de otro color. No le gustó el sabor y aprendió que no son para comer, nada mas para verlos y jugar con ellos. Aquella vez mamá no comprendía por qué tenía aquella expresión de asco, y cuando llegó la papilla de vegetales, que estaba muy lejos de ser su favorita, la devoró. Lo malo fue que mamá pensó que de pronto ya le gustaba y a partir de entonces fue más común ese platillo.

La fila seguía interminable así que de pronto resultó aburrida. Además todavía quedaba mucho por explorar. Vio la puerta con mosquitero y detrás de ella la inmensidad del mar con la playa al borde. La imagen era tentadora pero entonces recordó lo mala que era esa puerta que con su resorte se cerraba sola y una vez machucó sus deditos. Era mejor evitarla. Siguió entonces hacia la cocina.

Con sus blancas paredes y la luz de la tarde llenándola toda, era su área favorita de la casa. Inclusive le gustaba mas dormir ahi que en la recámara, el piso aqui siempre era mas calientito y el viento corría mejor. Lo observó todo, lo malo de la cocina es que todo quedaba muy arriba asi que se concentró en el piso. Fue cuando vio a otro bichito, nunca había visto uno similar. Avanzando lo más rápido que pudo con sus manos y rodillas sonriéndole a su nuevo amigo, tratando de tranquilizarlo con su risa, esperando que el bichito entendiera que no se lo iba a comer. El bichito pareció entender pues se quedó completamente quieto. Este detalle lo interpretó como un saludo, pues si el bichito no quisiera jugar con él rápido hubiera movido sus patitas para esconderse. Con pequeños gritos demostraba su alegría, pocas veces le había emocionado tanto descubrir algo nuevo. Pero fue entonces que sucedió lo inevitable, al tratar de tomar a su nuevo amigo para luego aventarlo y tomarlo nuevamente, pues no conocia otra manera de jugar.

Al momento del piquete el dolor fue intenso e inmediato. El grito no se hizo esperar. Jamás había sentido algo similar ni entendía por qué. Su alarido despertó a mamá y papá que al verlo sumaron también sus gritos. El bichito desapareció bajo la suela de papá mientras el dolor y el llanto continuaban y crecían. Sin entender nada su garganta se fue cerrando y su cuerpecito perdió el control hasta quedar inerte. De nada sirvieron sus gritos ni los brazos siempre protectores de mamá. Y mientras todo esto sucedía lo último que pensó es que no podía comprender como ese bichito, a quien el consideró su amigo hasta tal punto que no se lo comió, pudo llegar a ser tan malo.

Friday, March 04, 2005

Viajando con el viento

Ayer mientras caminaba a mi departamento, vi una bolsa de plástico tirada en medio de la avenida. Al principio sólo la consideré una bolsa más, contaminando las calles de Vallarta. Pero entonces pasó veloz un auto y el viento que dejó tras de sí hizo que la bolsa avanzara unos metros. Lo más extraño es que seguían pasando los vehículos y la bolsa avanzaba cada vez más, pero manteniéndose siempre en el centro de la avenida. Fue ahí donde la entendí un poco y no pude evitar sonreir al pensar "igual que yo, ella tambien está viajando con el viento". Al final de cuentas cada quien tiene sus métodos para transportarse. Fue en ese momento cuando tuve que doblar la esquina y me desepdí de la bolsa, no sin antes desearle un buen viaje.