No pude dejar de observar a las palmeras mientras iba en la carretera, y desde entonces cada vez las observo más. Tal vez sea porque al ver una, solo me dijo una palabra... "Recuerda". Y entonces regresé muchos años, hace ya tantos, cuando de niño siempre de camino hacia el mar no podía dejar de ver cada detalle del camino, la nariz pegada al vidrio del carro, a cada momento esperando ver la primera palmera. Esa primera palmera, siempre sola, la única que importaba, ya después vendrían las demás, pero yo no podía perderme la primera con su mensaje: ya está cerca el mar. Seguí recordando y me dí cuenta de que siempre me han gustado mucho las palmeras, altas, esbeltas, con su inconfundible figura que siempre me ha hipnotizado. Estoy seguro que en particular la que me habló se dio cuenta de eso y por eso me dirigió la palabra. Lástima que esté en la carretera y no pueda ir a visitarla seguido, pero desde entonces me he dado cuenta que me comunico muy bien con casi todas las palmeras y cada una es única y tienen cosas muy interesantes que contar. Pero más me impresionó la que observaba el sábado, en medio de la selva, casi sin luces y yo justo abajo de ella. Nunca había observado bien una palma desde abajo. Sus brazos arropándome, protegiéndome? o como amenazante pulpo esperando que me distrajera para dejar caer todos esos brazos sobre mi? Después empezó el show que fui a ver e interrumpí mi platica con ella, tal vez nunca sepa cual era su intención...
Aparte de las palmas, estoy viviendo el proceso de transformar lo extraordinario en ordinario. Las calles, los rostros, los aromas, los sonidos y lugares que al prinicpio eran todos novedad, poco a poco se van transformando en algo familiar. Es lo bueno de que el mar siempre esté cambiando, de lo contrario sería terrible vivir junto a algo tan inmenso si siempre fuera igual. Lo mismo pasa con el cielo, por eso nunca me gusta cuando no tiene nubes. He seguido conociendo lugares y personas, pero ahora el ritmo ha bajado. Sin embargo hasta hoy el premio mayor se lo ha llevado el sábado anterior. La noche pintaba ir para largo. Después de estar intentando tomar el sol por la tarde en Nuevo Vallarta, y digo intentando porque el sol sufrió de un lapso de pánico escenico y nunca salió, nos fuimos a disfrazar de gente bonita porque teníamos invitaciones para el Christine. La expectativa: antro, mala música, peor servicio, empujones, y ya mejor ni hablar... el resultado: una "barra libre" de solo un par de vodkas porque era imposible acercarse a la barra y eso si, hay que admitirlo, la música no estaba tan mal. Tras un rato de reir de buena gana de los consabidos rituales de seducción-indiferencia de los chavitos (eso sí, muy nice todos ellos) nos retiramos justo a tiempo, mientras aún podíamos quedarnos con un buen sabor de boca y, yo en particular, pensando que a final de cuentas ahi también está presente, como en todos lados, el deseo, así tal cual, sin mas adjetivos, simplemente el deseo, cada quien va ahi deseando algo, algunos lo obtienen otros no, la única diferencia consiste en que ahí se disfraza con ropas caras, kilos de gel y litros del mas caro whisky. Llegamos al Zoo y el deseo poco a poco se fue quitando velos. Será porque era más tarde y ya había mas alcohol en las miradas de todos. Sin embargo la historia fue muy similar, pero yo descubrí que esa noche no quería otra cosa mas que bailar y bailar, como hace mucho que no hacía. Todo iba muy bien hasta que tras un buen rato de estar bailando muy a gusto en la zona VIP (junto con la gente nice y toda la cosa, gracias a los contactos de Monica) pues se fue quien sea que fuera el que tenía la mesa y nos echaron de esa zona (es lo malo de no ser tan nice). Regresamos con los mortales apretujados y aquello perdió sentido, ahi no se podía bailar. Fue cuando escuché en voz de Kika la mejor frase de la noche "Y si nos vamos al High"? De ahi en adelante todo fue música (excelente por cierto) y el más grande frenesí por bailar hasta que más no pude. Maldita costumbre de observarlo todo!! Pero el lugar no está para menos, ahí sí, el deseo desatado a más no poder, ahi no hay quien no consiga lo que va buscando. Entre balies y brincos veía llegar al mesero del bar que ya había cerrado (o sea que ya pasaban de las 4 am) y a unos cuantos minutos ya estaba dando el mas ardiente beso a la chava que llegó media hora antes que él y 10 minutos fueron más que suficientes para pasar del "Hola" al lazo entre las lenguas, brazos y piernas. La pareja de hombres, que cuando llegamos ya eran toda pasión, ya no estaba más ahí; la pareja de mujeres, que en medio de tanto ruido y saltos bailaban de lo más romántico, completamente ajenas a todo el frenesí a su alrededor. Tras dos horas de baile, o sea, cerca de las 5 am, el lugar estaba a reventar, ahi fue cuando ya no pude observar más y me dediqué de lleno a lo que había ido, a bailar, simplemente dejé de ver quién estaba con quién, quién hacía que a quién y la música lo fue todo y todos. Por un momento ya no pensé mas en todas las historias a mi alrededor, ignoré por completo las grandes diferencias entre los demás y yo, tambien las grandes semejanzas ya que como dije, no había uno solo que no se dejara llevar por lo que había ido a buscar esa noche, y mi único deseo era bailar... Tras una hora más el cuerpo recordó que debe dormir, así, mientras amanecía, no podía dejar de sonreir ya que la noche había sido todo lo que esperaba de ella y el taxi me llevaba a pasar lo que serí mi primera noche (o bueno, amanecer) en el nuevo departamento.